Uno de los 12 trabajos encomendados
al héroe Hércules (o Heracles) era robar una manzana de oro. Estas manzanas se
encontraban en la isla de Tenerife, una de las islas Afortunadas. Pero no era
para nada una tarea fácil. Las manzanas estaban custodiadas por las Hespérides
(hijas del Titán Atlas) y defendidas por Ladón, un dragón de 100 cabezas que
escupía fuego por cada una de ellas.
Hércules no
solo era fuerte, también era muy inteligente. Sabiendo que el dragón le
atacaría al intentar robarlas urdió un plan. Atlas estaba condenado a sostener
sobre sus brazos el peso del Cielo, castigo que le fue impuesto por traicionar
al Dios Zeus. Entonces Heracles se presentó ante él y le propuso ayudarle con
su castigo, si este bajaba al Jardín de las Hespérides y cogía una manzana, así
el dragón al tratarse de alguien tan conocido como es el padre de las
guardianas, no le atacaría.
Así lo hizo
el titán, pero al llegar al lugar donde había dejado a Hércules sus ganas de
volver a su castigo no eran muchas. Volvió el héroe a hacer gala de su ingenio.
Esta vez con una estratagema para devolverle a Atlas la bóveda celeste. Le dijo
que aceptaba quedarse con su castigo si le ayudaba a equilibrar bien el peso
sobre sus hombros, una vez tuvo el cielo en sus manos Heracles lo soltó devolviéndole
a Atlas su castigo, y marchando con su manzana de oro.
Seguro que
todos conocen a Ladón, aunque no lo crean este gigante y temido ser no era otro
que el drago milenario de Icod de los Vinos. Resulta que los griegos clásicos
confundieron una erupción del Teide con un dragón escupiendo fuego, y en una visita a la isla, tras dañar con un dardo el árbol, este emanaba sangre. Entonces
relacionaron que ese árbol era el dragón que habían visto escupir fuego.
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